PARA REFLEXIONAR
En nuestra sociedad actual occidental estamos ya acostumbrados a escuchar una serie de términos de un mismo campo semántico: diálogo, consenso, convergencia, comunión, acuerdo… y todos apuntan a un mismo deseo: una convivencia pacífica cimentada sobre unas bases comunes. Es lo que los antiguos han llamado comunión.
Estábamos unos cuantos apurando el café y ya había pasado esa hora prudente en la que incluso el español más aferrado a la cultura de la siesta sabe que debería ir volviendo a sentarse a trabajar o a hacer algo productivo. Entonces se mencionó como de pasada la última noticia de prensa.
Desde mediados del siglo XX, las sociedades occidentales han experimentado un creciente grado de conciencia en lo que respecta al valor de la naturaleza y la necesidad de su preservación. Durante las últimas décadas los gobiernos han ido implementando medidas para controlar el comportamiento de empresas y ciudadanos con respecto a su incidencia en la naturaleza y en los bienes que esta nos provee.
“¿Para qué existe el teatro en la era de los reels? ¿Por qué va la gente al teatro? ¿El teatro ha muerto?”
Estas son preguntas muy recurrentes en la actualidad, igual de válidas tanto para espectadores, como para actores. Estas líneas no pretenden dar una respuesta cerrada a estas cuestiones, pero, al igual que ocurre en escena, se tiene la esperanza de despertar cierta inquietud que, como diríamos en términos contemporáneos, abra un hilo interno…
El pasado 14 de septiembre, el Banco Central Europeo (BCE), anunciaba una nueva subida en los tipos de interés para la zona euro, situándolos en el 4,5%, su nivel más alto desde 2001. Este tipo de política monetaria tiene como objetivo central contener la inflación de los países europeos, disparada por, entre otros fenómenos, la crisis financiera derivada del COVID-19.
El resultado de las elecciones del 23 de julio dejó un escenario complejo del que se podían extraer pocas certezas. La más relevante fue sin duda que el bloque conservador, compuesto por el Partido Popular y Vox, se había quedado corto de la mayoría que le vaticinaban la mayor parte de las encuestas. Todo apuntaba a que Núñez Feijóo (PP) iba a ser incapaz de reunir los acuerdos necesarios para alcanzar la Moncloa, realidad que se materializó hace apenas unas semanas con su investidura fallida ante el Congreso de los Diputados. No obstante, una segunda certeza de los resultados del 23-J fue que las formaciones que hace cuatro años auparon a Pedro Sánchez (PSOE) a la presidencia no contaban en esta ocasión con la suficiente representación como para poder reeditar su gobierno.
“Education, education, education” fue el título del speech de Tony Blair en Millbank antes de las elecciones generales de 1997. Trabajar por un sistema educativo de calidad en Reino Unido fue uno de los ejes centrales de su gobierno. De hecho, Andrew Adonis, Secretario de Estado de Educación entre 2005 y 2008, hizo de esas palabras el título de su libro “Education, education, education: Reforming England’s Schools” sobre la reforma que llevó a cabo. Más allá de tener o no cierta afinidad con estos dos políticos y sus medidas, ese “education, education, education” ha marcado mi pensamiento educativo en amplios aspectos.
Hay por lo menos tres cuestiones que todo corredor de larga distancia tiene claras. La primera, aunque parezca evidente, es que el entrenamiento resulta clave. Tras una carrera (pongamos como ejemplo, sin pretensiones, una media maratón), la única forma de mejorar la marca en la siguiente es entrenar con la decisión de querer lograrlo.
A la fecha de esta publicación, en la última semana, dos bancos importantes en EEUU han quebrado, dos más están en caída libre y Credit Suisse, una de las principales instituciones financieras del mundo, se encuentra al borde del colapso. A continuación, analizaremos las causas, las consecuencias, los roles de los diferentes actores involucrados y las conclusiones que se pueden sacar de este fenómeno, a través del caso de Silicon Valley Bank (SVB), uno de los 20 bancos más grandes de EEUU, especializado en la financiación de startups.
El tema de la Inteligencia Artificial (IA) ha entrado con fuerza en el debate público. Parece estar en un punto de inflexión y no ser solo otra exageración destinada a enfriarse. El poder de la IA aumentará exponencialmente en los próximos años, estimulando una mezcla de esperanzas, temores y la sensación de desorientación del hombre frente al incesante avance del progreso tecnológico.
A Salvador de Madariaga –ingeniero, periodista, diplomático, novelista, poeta e historiador– le faltaron años de vida para completar su obra. La suya fue una biografía extraña, llena de reveses y giros sorprendentes. En sus memorias señalaba que jamás había realizado una entrevista de trabajo, y que pasó toda su vida “entrando por la ventana en mis sucesivos oficios y no utilizando la puerta principal más que si acaso para marcharme”.
El 21 de noviembre el Ministerio de Igualdad presentó su nueva campaña con motivo del 25N, Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres. En una nota de prensa publicada en su web podemos acceder a los contenidos de dicha campaña. La nota nos redirige a un Drive con diseños gráficos. Leemos: “Si ni tú ni yo hemos sido, ¿entonces quién?”.
A estas alturas es probable que el lector navarro de esta newsletter, se dedique a lo que se dedique, haya oído hablar de la Mano de Irulegui y sus implicaciones históricas, sociales y políticas. Aunque yo me dedico a investigar estos temas, me ha ocurrido incluso en la situación más insospechada. Al mismo tiempo, es probable que el lector nacional o internacional –de fuera de Navarra– se pregunte de qué estoy hablando y por qué un hallazgo arqueológico de apenas unos centímetros ha entrado de lleno en la conversación pública de los navarros.
En las últimas décadas, según Avi Friedman, hemos creado una cultura de consumo excesivo relacionado con el mercado de la vivienda, que perpetúa la noción de que la única casa que se puede comprar o con la que empezar la vida debe ser enorme y lujosa. Aceptamos esto sin ver que es innecesario pues nos hemos adaptado a vivir en circunstancias diferentes a lo largo de la historia.
Todos los días cuando entro en el sitio en el que trabajo veo un cuadro que, en la esquina inferior izquierda, tiene escrito en letras rojas sobre fondo blanco “corre, corre, corre”. Cuando lo vi por primera vez pensé: “¿Pero a dónde?”, y me pareció mal que estuviera a la entrada de una sala de lectura amplía y luminosa, que se supone un remanso para el estudio silencioso. “Corre, corre, corre”. Creo que algún día voy a pegar encima del lienzo un post it que diga: “No me da la gana”.
Frecuentemente, el trabajo de los académicos se encuentra encerrado en pequeños compartimentos que tienen poca o ninguna comunicación entre sí. Si pensamos en la relación entre universidades y empresas, gobiernos o sociedad en general, encontraremos también cierta impermeabilidad en los sectores que limita su comunicación.
Sin aspavientos ni declaraciones grandilocuentes, sino de una manera sencilla: “Quiero dar las gracias a John y Renee Grisham por sostener el programa que me ha permitido revisar esta novela… Mi esposa y mis hijos merecen ser mencionados por su paciencia y su apoyo… por sus observaciones sobre el manuscrito, estoy en deuda con Reagan Arthur y Peter Mason”. Y esta es la dedicatoria casi íntegra. A alguno le podrá parecer seca, pero a mí me encantó. Porque ya le habrá dado las gracias en persona a los Grisham y les habrá manifestado a su mujer e hijos lo vital que ha sido su apoyo.
La falta de voluntad política por poner coto a los okupas es evidente, pues unas simples modificaciones legislativas permitirían al propietario recuperar en un corto período de tiempo la posesión de su inmueble. Veámoslo.
Las políticas económicas de los países más desarrollados han asumido, durante las últimas décadas, un papel activo en la garantía y desarrollo de un nivel de bienestar generalizado para todos sus ciudadanos. El Estado se ha convertido, en muchas economías, en su principal agente. Su papel no se reduce a las atribuciones clásicas vinculadas a la soberanía- justicia, policía interior y política exterior- sino que abarca todo un universo de actividades prestacionales. La condición de ciudadano en un Estado moderno lleva aparejada una serie de obligaciones y, sobre todo, de derechos.
Pese a ser conscientes de este devenir, uno no es inmune. En gran medida, adquirimos ciertos hábitos porque la sociedad actúa así, porque no nos detenemos a reflexionar lo que conllevan. En parte esta dinámica hiperproductiva ha llenado nuestras vidas de mucho ruido, pero pudiendo realmente vaciarla. Lo ilustra muy bien George Grosz en su cuadro «Metrópolis», ya en 1917.
Los políticos y los medios de comunicación atribuyen este fenómeno a tres factores principales: las casas vacías, las empresas propietarias de viviendas y el turismo. Pero, ¿tienen razón?
El género literario que nace con esta obra ha servido muchas veces para describir el acontecer latinoamericano que al observador externo lo suele dejar con sensación de estar presenciando una obra del realismo mágico. Sin embargo, esta perspectiva sirve de poco de cara a la búsqueda de soluciones para los aparentemente eternos problemas de la región.
El pasado mes de julio falleció Richard J. Bernstein. Pocas personas le conocieron. Pero no tan pocas como para olvidarle y no honrar su memoria en un viernes de octubre, organizando unas ponencias en honor al trabajo de este filósofo práctico y pragmático, docente a su vez en la New School of Social Research durante treinta prolíficos años. Allí, en estas honras fúnebrescelebradas en el número sesenta y tres de la Quinta Avenida de Manhattan, no solo hubo antiguos alumnos y familiares. También asistieron amigos de la academia tan eminentes como Axel Honneth, Seyla Benhabib o Charles Taylor.
El silencio, la sorpresa o el misterio son realidades que el hombre moderno prefiere evitar antes de enfrentarse a ellas. El uso de la tecnología, por ejemplo, sirve como vía de escape para obviar el silencio de forma inmediata cuando nos apetezca. Pero más que el silencio, me parece oportuno hablar de la sorpresa, a la que llevamos renunciando hace ya bastante tiempo.
Los Encuentros de Pamplona 72-22 que comienzan mañana son una magnífica ocasión para reflexionar “sobre los complejos desafíos del mundo contemporáneo y las más urgentes cuestiones sociales, a través del pensamiento, las artes, la literatura y la música y el diálogo con un centenar de las personalidades más relevantes del panorama mundial”. El espíritu de estos Encuentros se ajusta perfectamente a lo que perseguimos en la Asociación Areté, “una comunidad de personas con valores e intereses intelectuales comunes; así como un lugar de encuentro y de diálogo sobre temas diversos como la política, la economía o la filosofía”.
En las últimas décadas el relativismo empezó a consolidarse en Occidente como una nueva forma dominante de entender las realidades humanas que nos conciernen a todos. Los asuntos de interés propios de esta época que marcan el paradigma cultural (el cambio climático, las políticas identitarias, los conflictos entre naciones, los derechos humanos…) y los que han sido siempre preocupaciones de todas las sociedades desde que las civilizaciones fueron fundadas como la naturaleza de la persona, su origen, el amor, la economía, las formas de gobernar o la religión, ya no se percibencomo un aspecto central y sustancial de la sociedad.
Una breve reflexión sobre cómo se están gestionando los fondos de recuperación de la UE. Por medio de una metáfora, se intenta reflejar la gestión que se está realizando de dichos fondos, qué se debería hacer para que tengan un impacto en la economía real, y las posibles consecuencias que puede conllevar a España la no correcta gestión de dichos fondos.
¿Qué hay detrás de esa subida histórica de precios? ¿cuales pueden ser sus consecuencias? En ese breve artículo se aborda de forma sistemática las distintas problemáticas que plantea el constante incremento de las materias primas a nivel global, para luego plantear posibles consecuencias que dicha inflación puede producir en la economía.
El otro día me contaba mi abuela que mi bisabuelo anduvo durante unos meses metido en política local, en cosas de ayuntamiento y concejales, y que lo dejó cuando le dijeron que la única forma de avanzar era haciendo triquiñuelas, pirulillas. Trabajos legítimos para hombres exentos de conciencia. Por eso el bisabuelo abandonó todo tipo cargos y cargas: él por ahí no pasaba. Este buen hombre fue el mismo que, durante un partido de fútbol del Pontevedra, perdió los papeles por no sé qué jugada, bajó de las gradas al campo y le pegó en la cara al árbitro.
Mark Fisher anunció hace diez años la sensación de finitud. Mientras que durante el siglo XX la novedad parecía estar siempre disponible y la creatividad surgía como un abismo que nunca lograba terminarse, el siglo XXI se muestra, según Fisher, como una trampa, una cárcel donde el diseño y la imaginación ya se agotaron para nunca recuperarse.