Venían como burros

Hace cosa de dos años Antonio García Maldonado, consultor, profesor de Asuntos Públicos y autor de “El final de la aventura”, en una charla espectacular que llevaba por título una cita de Rachel Carson -«Aquellos que moran entre las bellezas y misterios de la tierra, nunca están solos»- debatía con Ana Iris Simón sobre el progreso. Y, cito textualmente sus palabras: “Ortega decía que lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Yo creo que somos una sociedad muy enfocada en los medios (técnicos), tenemos cada vez de todo y mejor, más refinado, unos artilugios maravillosos y, sin embargo, no tenemos los fines a la altura de esos artilugios”. 

Todos los días cuando entro en el sitio en el que trabajo veo un cuadro que, en la esquina inferior izquierda, tiene escrito en letras rojas sobre fondo blanco “corre, corre, corre”. Cuando lo vi por primera vez pensé: “¿Pero a dónde?”, y me pareció mal que estuviera a la entrada de una sala de lectura amplía y luminosa, que se supone un remanso para el estudio silencioso. “Corre, corre, corre”. Creo que algún día voy a pegar encima del lienzo un post it que diga: “No me da la gana”.

Me suscita lo mismo que cuando escucho a todo el que se ha enterado, más que menos, sobre cómo funciona el Chat GPT y sentencian aquello de: “Es una ayuda, debemos integrarlo en nuestra vida porque economiza el tiempo y hace la vida más eficiente”. También a esos: “No me da la gana”.

Una compañera me leía entusiasmada lo que escribió María Antonia Labradasobre el profesor y filósofo Leonardo Polo con motivo de su fallecimiento en el 2013: “Sus clases podían durar tres cuartos de hora (rara vez), una hora o más… Imposible saber cuándo iban a terminar, y como eran al final de la mañana, nada las interrumpía. Aquello facilitaba que la clase se prolongase en charlas y discusiones, casi siempre en pequeños grupos. Y la transmisión oral continuaba fuera del aula. A las pocas horas de que finalizara la clase ya se comentaba su contenido en las distintas facultades del campus”. Cuando terminó de leer aquello me acordé de la carta 'Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando' en la que un profesor de universidad les decía a sus alumnos que él no podía competir contra TikTok. Así que me salió una expresión dramática a lo Will McAvoy en los minutos iniciales de The Newsroom: “Es que antes éramos buenos, actuábamos como hombres, aspirábamos a la inteligencia, no la despreciábamos…”.

Creo que pasarán años hasta que se regule el uso de las herramientas tecnológicas para según qué actividades sociales, intelectuales o educativas. ¿Conocerla? Sí. ¿Vía libre? Pues mira, yo creo que no. Algún día la evidencia científica será más contundente que los lobbies y, como ya ocurrió con el alcohol y el tabaco, dejaremos de ser tan permisivistas con tanto aparato tecnológico. Mientras tanto, habitar la pausa frente a la prisa, el trabajo frente a la eficiencia, la creatividad frente a la perfección, la pasión frente al prestigio; y resistir el impulso de mirar hacia afuera y exclamar aquello que pronunciaba mi bisabuelo de sus tiempos: “Venían por el sendero, madre, parecían hombres, pero eran burros”.