Democratizar la cultura

Los Encuentros de Pamplona 72-22 que comienzan mañana son una magnífica ocasión para reflexionar “sobre los complejos desafíos del mundo contemporáneo y las más urgentes cuestiones sociales, a través del pensamiento, las artes, la literatura y la música y el diálogo con un centenar de las personalidades más relevantes del panorama mundial”. El espíritu de estos Encuentros se ajusta perfectamente a lo que perseguimos en la Asociación Areté, “una comunidad de personas con valores e intereses intelectuales comunes; así como un lugar de encuentro y de diálogo sobre temas diversos como la política, la economía o la filosofía”.

Este evento, que se va a celebrar en diferentes lugares de Pamplona entre el 6 y el 18 de octubre, recuerda el festival de vanguardia internacional que tuvo lugar en la capital navarra en el verano de 1972, todavía durante la dictadura franquista, y que se convirtió en el principal acontecimiento de arte y reflexión que había tenido lugar en España hasta la fecha. Los Encuentros fueron una iniciativa de Luis de Pablo y José Luis Alexanco y contaron con la financiación de la familia Huarte, muy vinculada a proyectos artísticos, y también en la actualidad al Museo Universidad de Navarra.

Entre los participantes a estos Encuentros destacan filósofos como Peter Sloterdijk y Pascal Bruckner o escritoras como la Premio Nobel de Literatura Svetlana Aleksiévich, conocida por su obra Voces de Chernóbil. Y, sin duda, entre los temas destacará el futuro de la UE, cuestión para la que el musicólogo Ramón Andrés, comisario de los Encuentros, ya ha planteado el problema de que “Europa está renegando de sus raíces humanistas”. Recordaremos, por tanto, que Europa no nació desde un punto de vista cultural después de la IIGM, sino que sus raíces históricas beben de la herencia grecorromana, judeocristiana, Carlomagno, el Camino de Santiago, el ferrocarril o del pensamiento de Víctor Hugo y José de Ortega y Gasset, entre muchos otros intelectuales. 

Si bien en 1972 estos Encuentros apenas fueron disfrutados por una pequeña élite cultural de la sociedad pamplonesa, al mismo tiempo que la gran mayoría no los comprendía e incluso los rechazaba, ahora el reto es mayúsculo: conseguir que la mayoría de la ciudadanía se interese por los diálogos, talleres y actividades que se proponen. Una vez conseguido el reto de democratizar el acceso a la cultura, ahora el objetivo es todavía más difícil: abordar el reto de democratizar el interés por la cultura. 

La crítica de aquellos que participaron en los Encuentros del 72 y que ahora prestan atención al programa de este 50 aniversario es que el evento actual no tiene mucho que ver con el que ocurrió en el tardofranquismo. Si bien entonces tuvo más que ver con el arte contemporáneo, disciplina todavía hoy reservada para una élite cultural, esta nueva edición de los Encuentros tiene más que ver con la reflexión, el debate y el fomento de una ciudadanía crítica. Lo cierto es que hemos cambiado mucho: vivimos en una sociedad democrática y absolutamente globalizada en la que el estado del bienestar ha permitido un acceso a la cultura de la mayor parte de la población. 

Resulta tremendamente difícil conseguir esto último cuando las leyes educativas en España de cualquier signo político, y en particular la del actual Gobierno, ocultan a las nuevas generaciones los clásicos y reducen las Humanidades a un mero complemento del currículo educativo. Por mucho que las universidades planteen asignaturas de Humanidades para todas las disciplinas, es imposible desarrollar una verdadera educación intelectual, tal y como planteaba el cardenal John Henry Newman, sin una coherencia en las enseñanzas de Humanidades entre la Educación Secundaria y la Universidad, como también defiende José María Torralba en su libro Una educación liberal. Elogio de los grandes libros. Estoy seguro de que esta reflexión en defensa de las Humanidades también será planteada y debatida en los Encuentros del 72.