No existe consenso sobre el número exacto de etapas (u olas) por las que ha pasado el feminismo a lo largo de la Historia. Parece claro que el comienzo formal del feminismo coincide con la Ilustración. Tras la aprobación en 1789 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, autoras como Mary Wollstonecraft, Olimpia de Gouges o Harriet Taylor centraron sus reflexiones en el debate en torno a la naturaleza de la mujer, su capacidad de raciocinio y la necesidad de hacer extensible el concepto moderno de ciudadano, persona que se ocupa de la vida pública, a la población femenina.
Desde mediados del siglo XIX hasta el último cuarto del XX, más o menos, la causa feminista persiguió la igualdad en el campo de los derechos civiles (siendo el sufragio universal, el salario y la propiedad las principales conquistas en este terreno), y la emancipación de la moral tradicional. Destaca, como punto de inflexión, la publicación en 1963 de La mística de la feminidad, de Betty Friedan; y, como contexto, el florecimiento de las conciencias llamadas progresistas tras el Mayo del 68.
La Organización de las Naciones Unidas institucionalizó en 1975 la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La fecha elegida para esta fiesta (8 de marzo) conmemora varios acontecimientos históricos. En 1910, en el marco del II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, un grupo de delegadas políticas liderado por la alemana Clara Zetkin, del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, presentó la primera propuesta de proclamación de un Día de la Mujer, el cual se celebraría el 8 de marzo.
Poco después, el 25 de marzo de 1911, más de un centenar de trabajadoras perdieron la vida al incendiarse una fábrica textil en Nueva York. Y más adelante, el 8 de marzo de 1917, en el contexto de la Revolución Rusa, en San Petersburgo (antigua Petrogrado) se organizó una huelga en la que participaron mujeres obreras, igualmente pertenecientes al sector textil, que protestaban contra el régimen zarista y la I Guerra Mundial.
Aunque estos pueden ser considerados los hitos más destacados, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, comúnmente conocido por el numerónimo 8-M, además de ofrecer una plataforma extraordinaria para la denuncia de una estructura de dominación masculina sistemática (referida como patriarcado), rinde homenaje a una lista más larga de episodios ocurridos entre el final del siglo XIX y el comienzo del XX, época de descontento por las desigualdades sociales que siguieron a la industrialización y de especial calado de las ideas marxistas de oposición al capital.
El principal debate en torno al 8-M radica en su politización, sobre todo a partir de 2018, cuando tuvieron lugar las primeras convocatorias de huelgas y manifestaciones masivas a nivel internacional a favor de la liberación de la mujer y en contra, entre otras muchas cosas, del sistema capitalista. Quienes defienden estos postulados frente a la acusación habitual de que en esta fiesta impera un espíritu de exclusión y sectarismo afirman que la vinculación de la reivindicación feminista con el socialismo se retrotrae a los mismos orígenes de este fenómeno.
Entre las preocupaciones principales del feminismo actual se cuenta la llamada brecha salarial de género, que hace referencia a la diferencia entre las retribuciones salariales de hombres y mujeres; otro frente de protesta es lo que se ha dado en denominar techo de cristal, es decir, las dificultades con las que topan las mujeres en el mundo laboral a la hora de acceder a puestos de responsabilidad. Los argumentos que ligan estos problemas a las asimetrías fruto del sistema capitalista son muchos. Desde el otro lado, autores procedentes del ámbito de la psicología critican que los datos en los que se apoyan tales reivindicaciones simplifican un asunto complejo y, como contrargumento, apuntan a una multicausalidad para estas realidades.
En cualquier caso, un análisis en profundidad del feminismo en la Historia evidencia que se trata de un complejo fenómeno poliédrico en el que se entremezclan aspectos antropológicos, culturales, económicos y políticos. Este texto no ha pretendido más que introducir brevemente una cuestión de actualidad como es la oposición que desde algunos sectores se hace de la causa feminista y los planteamientos del liberalismo y el capitalismo.