El Madrileño o el triunfo de la radio del taxi

El final de febrero trajo consigo el lanzamiento del último álbum de C.Tangana. Un trabajo que en tiempo récord se ha granjeado el puesto del disco más escuchado de la historia de Spotify España y el primero de un artista español en situarse en el Top 10 de álbumes más escuchados mundialmente, además de haber sido aplaudido en las redes, emisoras y columnas de opinión de todo el país. No se había visto una celebración así desde el gol de Iniesta. El treintañero, que hasta ahora parecía dedicarse a hacer reguetón de discoteca, nos ha salido por la vena Rosalía (que ella misma parece haber abandonado en su ventura por las Américas) para hacer fusiones urbanas con géneros populares hispanos.

Le preguntaba Pablo Motos en una entrevista: “Puchito, ¿cuál es la maña?”y esa es la curiosidad que generan estos fenómenos. ¿Cómo es que un tío que tiene fama de trapero (que no deja de ser una música de nicho) va y en un fin de semana revienta las listas de éxitos? ¿Cómo es que alguien que se dirigía a adolescentes con chándal, riñonera falsa de Gucci y degradados ha conseguido llegar también a sus abuelas, esas que madrugan para hacer croquetas mientras aún tienen los rulos puestos? Es fácil achacarlo al mal gusto de la gente. Los mediocres triunfan y C. Tangana no es excepción, dirán. El que se quede allí… pues peor para él. Estaba ya perdido desde el principio. Pero pasar de rimar mami con Miami y ella con botella a plantar un caramelo de Respiral en Los Tontos no es fruto de la improvisación.

Este álbum destaca por muchas y objetivas razones. La primera: comprender que solo Sabina canta sobre Madrid como Sabina, pero que hay espacio, sobre todo entre los jóvenes, para aportar una nueva mirada que retrate el costumbrismo de la capital. Otros hablarán más y mejor de los samplesque se hacen con temas clásicos, ese gran rescate y uso del repertorio popular. Pero centrémonos de momento en las letras. El disco ha conseguido cambiar por completo la perspectiva de la cotidianidad, ponerle un foco cenital a objetos tales como el cenicero de mesilla, o al café con leche en vaso de caña. Las letras suelen priorizar la musicalidad de las palabras en vez de su poeticidad, y aquí no es el caso. Cada canción que pasa deja una impresión fuerte, una colección de imágenes visuales mundanas, unido a una impronta musical muy clara. Tampoco se puede obviar el gran elenco de artistas de los que Pucho ha decidido rodearse. Grandes iconos del panorama latinoamericano y español, pero no del español de Primavera Sound en su tiempo libre y náuticos entre semana, si no del español de bar de aluminio y Ford Fiesta. Y es que El Madrileño es una colección de estampas al puro estilo Velázquez.

Con el mismo amor que el pintor sevillano pintó a su aguador, o con la dignidad de rey con la que retrató al payaso acondroplásico de la corte, C. Tangana mira a Madrid. En sus videoclips nos encontramos a estos personajes del panorama madrileño, el taxi por el que pasan desde la pareja de Salamanca hasta el niño con la camiseta del Celta, el bocata y el zumo para el recreo del cole. Con el mismo cariño con el que mira al portero bailongo que rellena sudokus en su tiempo libre, ve la fogosidad adolescente de los portales. Es verdaderamente un crisol que enmarca la metrópoli.

Aprovecha también para enmarcarse en este panorama, porque él es uno más en esta fauna gatuna.

Pero Antón escribe en masculino, y se nota. Ese ha sido el principal foco de crítica, el identitario. Es un álbum cuya visión está muy clara. Madrileño y hombre. Hay personas que no conectarán con este enfoque, y es legítimo. Para eso hay otras perspectivas, y debemos luchar para hacerlas (siendo, claro, meritorias) visibles a lo mainstream. Porque, aunque la mirada masculina se ha considerado históricamente la mirada neutra, objetiva y el foco de lo humano, esto no es una mirada masculina, es un hombre emocionándose. No un hombre, un yo poético, una proyección, sino Pucho, con nombre y apellidos. ¿Y no es esto a lo que el panorama aspira?

No son pocos los que rápidamente han saltado a la yugular de este artista, a compararlo con “El Mal Querer” de Rosalía, con Rodrigo Cuevas y su tremenda discografía y otros tantos revitalistas folklóricos. Sinceramente es perderse el bosque por los árboles.

Pero es que El Madrileño no es solo C. Tangana. Quedarse con eso es olvidar lo que ha terminado siendo. Es una mirada cariñosa al taxista, al portero, al chino de Plaza España, al músico de habaneras del metro. A las sobremesas eternas teñidas de humo y pastas. No es casualidad que el actor que encarna a Pepe Blanco en el videoclip de Cuando Olvidaré sea Imanol Arias. Es un guiño a esa televisión de la cocina que nos ha acompañado desde chicos, emitiendo capítulos refritos de Cuéntame. En esa mirada no hay política alguna, ¿supremacía? ¿nacionalismo? ¿cómo va a haber eso en una oda al populacho? Aquí no hay ensalzamiento ninguno, aquí no hay más que amor y respeto. Y parece que estamos sedientos de esto. Aquí hay una necesidad de cariño, de autoestima fuerte. Este disco parece tocar la fibra de la nostalgia de barrio. Morriña de tierra seca y pueblo español, no aldea global.

Es cierto que esto llega en un panorama preparado para disfrutar del flamenquito otra vez. Ha habido otros que nos han endulzado la píldora cañí antes que Antón. Y antes que criticarlo a él por hacer su versión de esto, casi nos tocaría preguntarnos por qué hasta que no ha triunfado lo español en ultramar no nos hemos dignado a escuchar la radio del taxista. Que parece que tenga que venir James Rhodes a decirnos que el bocata de calamares está bueno.

El Madrileño, con críticas o sin ellas, no dejará de ser lo que es: una cápsula emocionante del sentir madrileño. Un cruce cultural entre España y Latinoamérica que deja ver esta situación de mestizaje que es intrínseca a la capital. Un viaje musical a la ciudad de todos a través de los ojos de Antón.