Con motivo de la presidencia de Alemania de la Unión Europea, que se extenderá durante 6 meses contando desde el pasado 1 de julio de este año, cabe reflexionar en qué situación se encuentra el país germano, qué desafíos va a encontrar dada la situación geopolítica global, y qué medidas pondrá en funcionamiento para enfrentarse a ellos.
Históricamente, Alemania siempre ha sido un estado clave para el continente europeo. En palabras de Hans Kundnani, Alemania es un país demasiado poderoso para un equilibrio de poderes, pero no lo suficiente como para ser un hegemón. Esta realidad, presente desde el siglo pasado, y culpable en parte de la Segunda Guerra Mundial, pareció resolverse con la división de Alemania en la República Democrática y la República Federal de Alemania. Tras la caída del Muro de Berlín y la reunificación, el mundo europeo post Guerra Fría consiguió que el país despertara en un escenario de cooperación entre aliados, como la OTAN y la Unión Europea. Gracias a ello, Alemania dejó de buscar expansión territorial, y se acomodó en su posición de aliado europeo y de los Estados Unidos. Precisamente es gracias a los Estados Unidos que la amenaza de una nueva Alemania poderosa y agresiva se antoja imposible. La integración del país en las estructuras de cooperación mencionadas antes, bajo el liderazgo de la superpotencia americana, ha conseguido que los países que históricamente han sido rivales de Alemania y han azuzado su expansión agresiva sean ahora sus aliados. Alemania ha interiorizado el estigma de las Guerras Mundiales, lo que se ha traducido en una drástica reducción de sus fuerzas militares, y una reducción del gasto en defensa de un 3% del PIB hasta tan solo un 1,3%. Además, el país ha encontrado más prosperidad adoptando una política pacífica y enfocada en el comercio internacional. Sin embargo, precisamente la talla económica de Alemania, siendo la más grande de sus aliados en la Unión, es nuevamente un foco de inestabilidad. Tras la recuperación económica que se sucedió a la reunificación, Alemania ha comenzado a buscar intereses propios al margen de los de sus aliados. Al no contar con ningún competidor directo en la Unión -económicamente hablando-, la “cuestión alemana” vuelve a alzarse, aunque en clave geoeconómica: ¿será capaz Alemania de liderar a sus aliados en la Unión, o intentará adoptar un papel predominante, buscando su desarrollo en detrimento de la cooperación?
Otro de los grandes rasgos que definen a Alemania y la distinguen de muchos de sus aliados más occidentales es su especial relación con Rusia. La teoría de la equidistancia de Alemania entre Europa y el país liderado por Putin vuelve a ser planteada de manera recurrente, especialmente después del incidente de la anexión de Crimea por Rusia en el año 2014. Los partidarios de esta teoría abogan por un “despertar geopolítico” de Alemania, quien debe apoyarse tanto en Occidente como en su gran vecino al este con el fin de lograr el impulso suficiente para colocarse en una posición de especial relevancia geopolítica. Dicho esto, es necesario mencionar los lazos que unen ambos países. Históricamente, Rusia ha tenido siempre un papel destacado en Alemania, tanto en materia de política y economía, como en materia cultural. De todos modos, esto no significa que la relación entre ambos países sea exclusivamente de cooperación. Aunque la cohesión política de Alemania es mayor que en la de otros países europeos, los intentos de Rusia por influir en el país germano son muchos y de diversa índole. Existen campañas de desinformación, financiadas por la administración rusa, con el objetivo de desequilibrar culturalmente a Alemania, aprovechando incidentes polémicos en el panorama internacional para propagar una imagen favorable a Rusia. Por otra parte, está aumentando, tanto de manera cuantitativa como cualitativa, la presencia de medios de comunicación patrocinados por el Kremlin, que intentan influir culturalmente en Alemania al informar de eventos de trascendencia de un modo favorable para la imagen e intereses rusos. Por último, Rusia ha conseguido, con cierto éxito, influir en las instituciones políticas alemanas mediante la “elite capture”. Aunque sea difícil medir la influencia real que este tipo de tácticas despliega, es innegable que existen figuras importantes en el panorama político alemán actual que han mostrado conductas y actitudes favorables a Rusia y sus intereses. Sin ir más lejos, el ex-canciller alemán Gerhard Schröder, criticado a menudo por otros políticos y comentaristas germanos, es un claro ejemplo de esta relación de influencia y conveniencia entre la administración rusa y la élite alemana. Irremediablemente, esto nos lleva al tema energético, uno de los ámbitos donde Alemania es más vulnerable a la presión rusa. Actualmente Schröder desempeña el cargo de Presidente del Comité de Accionistas del Nord Stream, el gasoducto que proporciona gas natural ruso a Alemania; y es además el Presidente del Consejo de Administración de Rosneft, una petrolífera rusa cuya sucursal en Alemania es la tercera refinería de crudo más grande del país. La estrecha relación entre ambos países, como parece ser evidente, es más bien una necesidad que una opción, al menos en ciertos aspectos. Alemania tendrá que decidir su línea de actuación, optando entre seguir equilibrando la influencia europea con Rusia, desarrollando así su “despertar geopolítico”, o si por el contrario se integrará en las instituciones de cooperación europeas, intentando liderar económicamente desde dentro de la Unión.
Teniendo en cuenta todo esto, es indudable que la presidencia alemana del Consejo de la Unión Europea supondrá una oportunidad y un desafío para el país, que se encuentra en un momento existencial crucial de cara a su futuro. Esto se ve reforzado por la crisis sanitaria y económica causada por la pandemia mundial del coronavirus, que ha puesto en jaque a todas las economías europeas. Por ello, Alemania se enfrenta a un triple desafío: financiero, institucional y político. Debe definir el presupuesto europeo para los próximos 7 años, teniendo en cuenta las prioridades -en especial las ecológicas-definidas antes de la crisis, así como el fondo de Reconstrucción, para intentar avivar las economías europeas. Junto a ello, debe determinar los contenidos y el alcance de dicho fondo, que es una pieza clave de la salud económica y financiera de la Unión. Sin duda alguna, Alemania vive un momento de vital importancia, encontrándose a la cabeza de la Unión Europea, que genera tanto recelo en muchos sectores de su territorio, mientras del otro lado aumenta la influencia rusa en el país, animándole a desmarcarse de sus aliados para buscar en solitario una posición más influyente en el panorama internacional.
Bibliografía recomendada:
-En “The Paradox Of German Power”, Hans Kundnani proporciona un extenso marco histórico, político y económico para entender la situación actual de Alemania, sus intereses y sus desafíos. Repasando la historia política alemana desde el siglo XIX, el autor aporta un preciso marco de referencia que ayuda a comprender qué visión del mundo hay detrás de las decisiones políticas alemanas, y por qué el país se enfrenta a un apasionante futuro, en su constante lucha entre hegemonía y equilibrio.
-“With Friends Like This” es un informe publicado por el Center for Strategic & International Studies y redactado por Jeffrey Mankoff, que repasa con precisión y detallado análisis las relaciones entre Rusia y Alemania, con gran énfasis en las tácticas de influencia rusas para moldear la opinión pública y el sentimiento político germanos.
-El artículo de la fundación Robert Schuman “German presidency of the Council of the European Union: ‘... and suddenly everything is different.’ ” es un breve documento que explica la situación geopolítica europea y alemana con motivo de la presidencia del Consejo de la Unión Europea por parte de Alemania, haciendo un recorrido por la situación económica europea tras la pandemia, los desafíos de la Unión y los métodos propuestos por Alemania.