¿Quién está detrás de la quiebra de SVB, et al.?
A la fecha de esta publicación, en la última semana, dos bancos importantes en EEUU han quebrado, dos más están en caída libre y Credit Suisse, una de las principales instituciones financieras del mundo, se encuentra al borde del colapso. A continuación, analizaremos las causas, las consecuencias, los roles de los diferentes actores involucrados y las conclusiones que se pueden sacar de este fenómeno, a través del caso de Silicon Valley Bank (SVB), uno de los 20 bancos más grandes de EEUU, especializado en la financiación de startups.
Es de sobra conocido que las startups americanas en Silicon Valley reciben miles de millones de dólares de inversores, por lo que SVB vio en captar esos recursos una atractiva oportunidad de negocio. En los últimos años, muchas startups abrieron cuentas en el SVB e ingresaron sus fondos a una velocidad mucho mayor de la que le tomaba al banco colocar ese dinero en créditos, así que pronto tuvieron un exceso de liquidez, algo relativamente poco rentable, tomando en cuenta los bajos tipos de interés que se manejaban hasta 2021. Fue entonces cuando SVB decidió invertir el excedente en bonos del tesorode EEUU, que son instrumentos financieros a largo plazo y con intereses bajos, a todas luces, una inversión bastante segura.
A causa de la rápida reactivación del consumo tras la pandemia y gracias a las inyecciones de efectivo del gobierno, la inflación se disparó muy por encima de lo esperado por los “expertos” y a la Reserva Federal (FED) no le quedó más que intervenir, alzando las tasas de interés artificialmente para contrarrestar la subida generalizada de precios. Con los nuevos tipos de interés —que subieron de menos del 2% a más del 4,5% en el último año—, los bonos previamente adquiridos por SVB se volvieron imposibles de vender por encima o a la par de su valor nominal, al ser éstos mucho menos rentables que los recientemente emitidos con las nuevas tasas de interés. Pronto, el rumor de que los fondos del SVB estaban mal colocados se esparció y los cuentahabientes no tardaron en retirar sus depósitos del banco, hasta el punto en el que el SVB no tenía liquidez suficiente para hacer frente a la huida de capital y no se podía desinvertir a corto plazo de sus activos. En este punto, el Gobierno Federal ha garantizado la totalidad —no sólo hasta $250,000, como establece la FDIC— de los depósitos aún no retirados del SVB, pero ha asegurado que de ninguna manera se llevará a cabo un rescate bancario como el del 2008; es decir, no mantendrá en operaciones con dinero público a las entidades que no sean viables.
Como era de esperarse, no han tardado en salir políticos a culpar al capital y a exigir regulaciones a la actividad financiera y hasta a la libertad de expresión para evitar el “pánico financiero”, pero ¿estaría el lector sorprendido si le dijera que los políticos y burócratas son los principales culpables del fracaso de los bancos? No se puede negar que los administradores del SVB actuaron de manera negligente, pero los empresarios, como todos los demás, cometen errores constantemente y eso no provoca una amenaza de crisis financiera como la actual cuando los errores se dan en otras industrias. El problema está en el nivel de intervencionismo artificial que existe en la industria financiera. Los bonos del tesoro americano son una de las inversiones más seguras que existen porque no se cuenta con que, primero, el Estado desate una inflación insostenible con la máquina de imprimir billetes y, segundo, intente detenerla inflando los tipos de interés a una velocidad nunca antes vista.
Los casos de los banco que han quebrado o están en peligro de hacerlo son ligeramente distintos por sus fuentes de financiamiento y por la colocación de sus activos, pero todos coinciden en que su fracaso se debe a que toman decisiones financieras con unas previsiones totalmente válidas en el momento, hasta que llega el burócrata de turno y cambia las condicioneseconómicas y financieras a su antojo, apuntándose los aciertos y desviando la culpa de las catástrofes provocadas. Este es un claro ejemplo de “odia el juego, no al jugador”, en el que si hay varios bancos fracasando al mismo tiempo, no puede ser que todos sean tan malos. A lo mejor la responsabilidades de quien pone las reglas del juego.
A estas alturas, el lector podría sentir rabia, impotencia o preocupación por el futuro. Pero, le tengo una buena noticia: el consenso de los analistas independientes es que el sistema financiero se mantiene sólido y que las quiebras no se extenderán a los bancos más grandes y comerciales, por lo que la mayoría de los depositantes a nivel mundial pueden estar tranquilos. En todo caso, la negligencia de las administraciones públicas, una vez más, ha arrasado con los jugadores pequeños y medianos, mientras que ha dejado indemnes a los gigantes, que fortalecen su posición dominante una crisis a la vez, pero eso ya será material de otra entrega.