ARETE

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Elogio a la insumisión

Octubre y noviembre de 2019: Barcelona, Tarragona, Gerona y Lérida. Noviembre de 2020: Barcelona, Madrid, La Rioja, Málaga, entre otras. Febrero de 2021: Barcelona, Pamplona, Bilbao, etc. En menos de año y medio las calles de España han sido víctimas de la rabia y la ira de nuestros jóvenes. Fuerzas del orden contra manifestantes. Escaparates rotos. Comercios asaltados. Caos. El común denominador: la Libertad reprimida por un sistema opresor. Urge preguntarnos no ya por los problemas, por las causas, sino por las formas: ¿son propias de la democracia estas conductas? ¿Acaso no hay otra forma de rebelarse contra las injustas reglas del juego?

Las protestas más recientes tienen que ver con la libertad de expresión de un rapero. Hace casi tres años se publicó la sentencia de la Audiencia Nacional que condenaba a Pablo Hasél por la publicación de tuits de denuncia publicados entre 2014 y 2016,  así como una canción titulada “Juan Carlos el Bobón”. Pesan sobre él acusaciones de enaltecimiento del terrorismo, calumnias e injurias a la Corona y a las instituciones del Estado, y alguna otra más que completa un nutrido catálogo de impertinencias. Ha sido determinante para alcanzar la condena el hecho de que Pablo Hasél tuviera antecedentes, como así declara también el Tribunal, hecho que niega su abogada, Alejandra Matamoros. 

Desde la defensa, entienden que la condena se basa en una represión de derechos y libertades. El orgullo de la Corona por encima de la libertad de expresión. Y, en concreto, la consideran un castigo al rapero por haber alzado una voz discordante contra el sistema; por haber criticado y denunciado las injusticias producidas en el seno del Estado capitalista y opresor, según afirmó en el momento de la detención. Esta concepción del sistema motivó la salida de jóvenes a las calles, para solidarizarse con el rapero, y combatiendo las injusticias del sistema con otras, las suyas. 

Sin embargo, esta forma de manifestarse encaja poco en los valores de respeto y tolerancia propios de la democracia. Como contraposición, otorga luz la lectura de una ponencia del Profesor de Filosofía y ex Rector de la Universidad de Navarra,  Alejandro Llano: “Elogio a la insumisión”. En ella, el valenciano se centra en el valor de la desobediencia para la sociedad. La considera no solo una vía de protesta, sino también un camino para obtener una vida mejor, con el que escapar de la manipulación política y salir de la rutina común.  Como explicó, la libertad política depende de escabullirse de los tejemanejes políticos que orientan al individuo hacia intereses partidistas. Advirtió, además, de los peligros que implica esta rebeldía: “Pero es probable que a algunos no les guste este modo de vida, y traten de practicar la insumisión, consistente sobre todo en pensar por cuenta propia. De entrada, hay que advertirles que intentar vivir con libertad resulta peligroso. El desviacionismo se paga caro.” 

El inconformismo que predica el filósofo nada tiene que ver con los eventos producidos. No se ataca a las fuerzas del orden, no se asaltan establecimientos. No. La actitud reaccionaria que propone la reduce a una actividad en concreto: en leer libros. La lectura nos amplía horizontes, nos permite pensar por cuenta propia. Como señaló Llano en su conferencia,  para el lector “el mundo se amplía ante ella o él, su imaginación medra, madura emocionalmente, tiene un modo interior propio, donde nadie le manipula ni atropella”.  Lo que radica en este planteamiento es, precisamente, la importancia del desarrollo de lo auténtico en los individuos, lo que le es propio a cada uno. En tanto en cuanto crece el mundo interior de los ciudadanos, crece la esfera íntima en la que se originan las propias ideas y, en consecuencia, es posible escapar de aquellos bienes que nos restan libertad y de las intromisiones ideológicas no deseadas. 

En definitiva, el filósofo propone una revolución intelectual, en la que el individuo se sabe parte de la res publica, pues es social por naturaleza, y no la deja de lado, como si se tratase de asuntos ajenos. La sed de Verdad y Justicia no se sacia con distracciones, luces y colores. Este ciudadano -como contrapuesto al convidado de piedra, que es el sumiso- es un votante de calidad, es aquel al que no le vale cualquier gestión partidista e individualista de lo público, sino que busca y pregunta por el Bien Común, pues no está hecha la miel para la boca del asno. Y, llegado el momento, es capaz de exigir a los políticos, manifestándose para cambiar las cosas, desde los principios éticos y políticos que informan nuestra sociedad.