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El exilio de la historia

Las protestas por la muerte de George Floyd han abierto un debate sobre la historia y la cultura. ¿Somos racistas porque seguimos venerando a los personajes históricos que perpetuaron el racismo? Las estatuas de Colón, Isabel La Católica y Churchill están en el punto de mira, en peligro de ser exiliadas de la cultura y juzgadas en el tribunal del absolutismo moral.

En las esferas académicas, el revisionismo histórico es una práctica científica muy habitual: cuando salen a la luz nuevos datos sobre hechos históricos, se revisan los relatos que anteriormente se han ofrecido para hacerlos coherentes con los nuevos descubrimientos. Pero cualquiera con pocas luces se dará cuenta de que lo que está ocurriendo en países como Reino Unido, Estados Unidos y España, entre otros, está muy lejos de la ciencia. Las protestas motivadas por la brutalidad policial que terminó con la vida de George Floyd han abierto un gran debate sobre el racismo y el esclavismo en la historia.

Muchas ideologías han motivado actitudes revisionistas a lo largo de la historia, algunas más violentas que otras. La praxis habitual en las culturas clásicas después de conquistar al enemigo era destruir todo lo que refiriera al enemigo para reescribir la historia. Los islamistas radicales siguen atacando los monumentos occidentales para destruir su cultura, y también los Reyes Católicos cristianizaron arquitectónicamente gran parte de Granada en la reconquista.

Pero el revisionismo del que estamos hablando, el más reciente, se caracteriza por ir en contra de su propia cultura: quiere enajenarse de su pasado porque ve en él motivos de rechazo. En este caso concreto, la idea que fundamenta el revisionismo es que la raza no supone ninguna diferencia de dignidad.

Los que defienden en Estados Unidos que hay que retirar las estatuas de Colón justifican su petición y su vandalismo en que este personaje histórico es un símbolo del racismo. Por lo tanto, están emitiendo un juicio no científico, sino un juicio moral sobre la historia. Juzgan a Colón como un personaje que no debería formar parte ni de su cultura ni de su historia, y su juicio está fundamentado en una valoración negativa de la dignidad de ese personaje. La relevancia de dicho personaje a la hora de conducir a la humanidad hasta el presente es algo que pasa a un segundo plano: se prefiere renunciar a la racionalidad histórica antes que reconocer el papel imprescindible de un racista en la humanidad.

El arte expuesto y estudiado es símbolo de la cultura actual, mientras que el arte oculto es exiliado de la cultura. El motivo que lleva a ignorar cierto arte o cierto personaje suele ser su irrelevancia histórica. Pero los revisionistas pseudo-científicos siguen un silogismo que nada tiene que ver con razones históricas: todo aquel símbolo de personajes indignos evoca, en su condición de símbolo, ideas y comportamientos indignos.

Lo que buscan es retirar, por lo tanto, todos aquellos símbolos que promuevan aún hoy conductas y pensamientos retrógrados. Así, su finalidad última no es emitir un juicio moral sobre las personas del pasado, eso es simplemente el método. Su fin es emitir una valoración sobre personas del presente, en concreto, las que siguen venerando representaciones simbólicas consideradas indignas. Pero la cuestión aquí es que la referencia de los símbolos, lo que representan, no es algo fáctico, sino que es interpretativo. Colón es símbolo del racismo porque se interpreta como tal, y lo curioso es que lo interpretan así los que quieren derrumbarlo, no los que visitan su estatua.

Antes que una historia que explique el presente, los revisionistas prefieren un relato que elimine todo aquel hecho histórico que no sea un ejemplar de la moralidad contemporánea. Así es como juzgan a un personaje histórico como culpable de algo que, en su tiempo, no era imputable; y juzgan, a su vez, a la opinión pública actual desde una visión infantilista, como incapaz de sobreponerse críticamente a los comportamientos e ideas que pueda evocar cualquier tipo símbolo. Con todo, es evidente que el revisionismo histórico no deja de ser una variante extendida en el tiempo del absolutismo moral.