Elecciones italianas y la brecha en educación
El resultado de las elecciones italianas, que ha sacudido el tablero político en el Viejo Continente, está abierto a múltiples interpretaciones y lecturas. Asimismo, una cuestión que se plantea realmente interesante para reflexionar son los cambios en las dinámicas de voto. Siempre siendo conscientes de las limitaciones inherentes a todo estudio estadístico, y en especial aquellas de las encuestas y estudios postelectorales, las tendencias de voto son una fuente de información adicional sobre la que podemos apoyar las lecturas y análisis de los procesos electorales. En este caso, las tendencias que subyacen detrás de la nueva composición del Parlamento della Repubblica Italiana.
Hay tantos motivos para votar a Fratelli d’Italia como italianos que les votaron, y lo mismo se predica del resto de partidos; por lo que decir que el sentido del voto de cada individuo está determinado, no es del todo cierto. Entre todos los indicadores que se utilizan para entender el perfil de los votantes y sus tendencias, se encuentra el nivel educativo. Pero, ¿puede realmente el nivel educativo de una persona condicionar el sentido de su voto?
La reciente literatura académica aprecia un cambio en las preferencias políticas de los votantes en función del nivel educativo conseguido. Durante el pasado siglo en las democracias occidentales el grupo de votantes con un menor nivel de educación se decantaba por votar a los partidos situados a la izquierda del tablero político mientras que aquellos con un mayor nivel de educación tendían a votar más a los partidos tradicionalmente entendidos como de derecha. Con la llegada del nuevo siglo la tendencia ha cambiadocomo aseguran académicos como Piketty et al. (2021). Los votantes con menor nivel de educación ahora se decantan por la derecha y los de mayor nivel de educación por la izquierda ¿Los resultados de las elecciones italianas confirman este cambio? Veámoslo.
El estudio elaborado por Ipsos -consultora francesa especializada en investigación de mercado y sondeos políticos- divide a los votantes en tres distintos grupos en función de su nivel educativo alcanzado dentro del sistema educativo: i) Nivel bajo -hasta la escuela elemental o educación obligatoria-; ii) Nivel medio -entre la educación secundaria y lo que entendemos como Bachiller o grado medio-; y, iii) Nivel alto -estudios universitarios o grado superior-.
La Coalizione di Centro-Destra (Fratelli d’Italia, La Lega, Forza Italia y Noi Moderati) obtuvo el apoyo del 49% de los votantes con un nivel bajo de educación, un 42% de aquellos con un nivel medio y un 31% de aquellos con un nivel alto. La Coalizione di Centro-Sinistra (Partito Democratico, Alleanza Verdi e Sinistra, + Europa e Impegno Cívico) cosechó el 21% de los votos de los votantes con un nivel de educación bajo, 25% de aquellos con un nivel medio y el 37% de aquellos con un nivel alto. La diferencia en las preferencias de voto es notable, especialmente pronunciada entre el grupo de votantes con un bajo nivel de educación y aquellos cursando estudios universitarios, o que ya los han finalizado.
Mi propia experiencia en Milán, donde actualmente realizo un Erasmus, también lo confirma. Mis compañeros italianos no están especialmente ilusionados por los resultados. Los más cautos prefieren no prejuzgar la labor de su nuevo gobierno presidido por la conservadora Giorgia Meloni. Otros, han mostrado una enorme preocupación por los posibles vínculos de Meloni con el postfascismo italiano o su posición crítica con la deriva integradora de la UE. Aún no he conocido a ningún universitario que haya votado a la derecha.
¿Qué es lo que ha pasado en estos últimos 20 años para que se produzca semejante vuelco en la tendencia de voto de los electores en función de su nivel de educación? Y, ¿por qué ha ocurrido de forma tan generalizada? Quizás Italia ejemplifica el hecho de que en la mayoría de las democracias occidentales se ha consolidado la brecha educativa. Las conclusiones que podamos sacar sobre esto exceden la objetividad de los datos, entrando en la teorización o especulación.
Desde mi punto de vista, el cambio comienza con la adopción de la Tercera Vía. Como postura ideológica que acepta los postulados del libre mercado desde una posición reformista o centrista -es decir, sin renunciar a objetivos de desarrollo social y redistribución equitativa- y originada en el Partido Laborista brítanico liderado por Tony Blair, es aceptada por la inmensa mayoría de los partidos tradicionalmente socialdemócratas.
Los discursos de estos partidos han abandonado el plano estrictamente económico centrándose en valores sociales y apelando a nichos de votantes o grupos de interés con sus propias agendas sociales. El interés de los círculos sociales por este tipo de discurso, el de los valores sociales, aumenta con el nivel de educación; lo que explica el consecuente alejamiento de aquellos con un menor nivel de educación de los partidos socialdemócratas, decantándose por otras opciones políticas, en especial las que se etiquetan como “populistas” o por la abstención.